El español, ese idioma de ‘losers’

Como el lenguaje y todo lo que lo rodea no es una ciencia exacta, me cuesta mucho situar la frontera entre lo que es correcto y lo que no. Al menos, en lo que a préstamos lingüísticos se refiere.

Hago hincapié en «lingüísticos» porque esta humilde periodista no está para los otros, como, sospecho, la mayoría de los que me estén leyendo. Porque no creo que quienes navegan plácidamente a bordo de su yate se molesten en leer mis entradas al blog.

«Blog», por ejemplo, es un extranjerismo que he aceptado con enorme gratitud y que ya se incorpora tal cual, sin cursivas.

Es cierto que diccionarios como el de Manuel Seco recomiendan expresiones como «cuaderno de bitácora», pero a favor del préstamo «blog», completamente asentado en nuestro idioma, está esa cosa de la economía del lenguaje que defiendo a muerte (ahorrar en palabras para agilizar la comunicación).

Economía, préstamos… ¿No es encantadora esta terminología poscrisis que nos invade?

Los préstamos, en su punto justo

El idioma español es un ente vivo, puesto que lo conformamos y lo moldeamos los hablantes del mismo. Por ello, hay que hacerle unos agujeritos a la caja en la que lo encerramos para que se oxigene. Unos agujeritos, no una puerta como la de Las Ventas para que se nos escape entero.

Si no permitiéramos neologismos ni extranjerismos, quizá estaríamos hablando como los coetáneos de don Miguel de Cervantes, y a ver cómo cuentas en aquel castellano antiguo las cositas del Interné. Eso sí, es necesario reconocer nuestro propio idioma.

Todos hemos visto retoques de cirugía plástica que embellecen a la persona que se ha sometido a ellos. Pero también hemos descubierto horrores cuando el paciente en cuestión se viene arriba y se hace tal repaso a su anatomía que no lo reconoce ni su padre.

Hay préstamos adaptados que no. ¡Que no!

Nada que objetar al hecho de que «bluyín» o «cederrón» no cuajaran en nuestro idioma. Esos engendros merecen prisión sin fianza. El primero parece un nombre de mafioso hongkonés afincado en Marbella, y el segundo bien podría estar pastoreando en alguna aldea ignota del interior del país.

«Detenida la banda liderada por Bluyín tras detectarse un almacén con medio millón de prendas falsificadas»; «Madre mía, el Cederrón, ¡menudo cuerpo ha echao, eso va a ser de tanta longaniza!». No, querida RAE; a veces, los intentos de adaptar un extranjerismo no funcionan. O como se suele decir: los experimentos, con gaseosa.

Lo mucho cansa, lo poco gusta

Ahora que lo culinario está tan de moda, y puesto que soy muy tendente a la metáfora y al símil, diría que los préstamos del extranjero son como el picante.

En su justa medida, realza los sabores y se agradece. Pero si se nos vuelca la botella de tabasco en el guiso, se nos duerme la lengua y perdemos el sentido del gusto. Y eso es lo que opino que nos está sucediendo hoy con el español: está dejando de tener sabor.

Ojito, que me pongo flamenca y termino emulando a Alberto Chicote.

Queridos compañeros: hay que parar

Lo digo desde el cariño, pero tenemos que detener esta sangría que supone la incorporación continua de expresiones extranjeras en nuestro idioma. La RAE es enormemente respetada entre quienes aman el lenguaje, que somos muchos, pero no tiene la capacidad de penetración entre los hispanohablantes que sí tienen los medios de comunicación. Por tanto, y aquí me pongo un poquito seria, tenemos que utilizar el lenguaje con responsabilidad.

Aunque los extranjerismos se cuelan en todos los ámbitos de la comunicación, hay ciertos sectores en los que este abuso llega al paroxismo: el de la prensa de moda y estilo y el de la prensa técnica (economía, mercadotecnia…). Ya no puedes ponerte tus vaqueros pitillo para marcar tendencia: ahora debes llevar tus jeans skinny para ser la más trendy. Fuck yeah!, añado.

¿No os resulta insoportable y ridículo fuera de contexto? A mí, sí.

Irse de compras es como muy del Mercadona, ¿no? O sea…

Una ya no se va de compras. Bueno, a lo mejor si se va al mercadillo del barrio sí, que lo mismo adquieres tres bragas a un euro que unos melocotones de la tierra.

Pero si de verdad vas a buscar prendas modernas (in) con divertidos estampados (prints) para ser la más molona (cool), entonces, ¡te estás yendo de shopping, tíííía!

Y no olvides tu shopping bag para meter toda la mercancía, que es esa especie de bolso gordo para irse de viaje en fin de semana pero en molongui.

Los aprendices de postín son ‘stagiers’

Últimamente hemos aprendido un nuevo palabro. Y digo «palabro» porque ni siquiera tengo constancia de que se recoja en parte alguna. Son los stagiers. ¿Qué es un stagier?

Pues un aprendiz. Al menos, «aprendiz» es la entrada que recoge en francés el término «stagiaire» que, supongo, es la forma original de esta palabra mal adaptada a nuestro idioma. Insisto: si alguien tiene más datos al respecto, agradeceré la información.

Por cierto: «aprendiz», que no «becario», que es, mientras la RAE o Fundéu no me quiten la razón, alguien que disfruta de una beca. Y, por lo que ha llegado hasta mis oídos y mis ojos, estos aprendices van sin beca, sin sueldo y sin nada.

(Eh, Monica Lewinsky: ¿incluía tu beca desplazamiento y libros o solo cubría la matrícula?).

Mimemos nuestro lenguaje

Entiendo ese efecto dominó que se produce cuando un medio comienza a llamar nude al color carne, pero ¿no deberíamos parar? Revisad vuestros propios contenidos, leedlos en alto, y pensad si de verdad no quedarían mejor con menos préstamos. Ya os respondo yo: sí. Sin duda. A no ser que queráis que os entiendan sobre todo en Liverpool, que entonces me callo.

Hallazgos en Twitter

Hay cuentas maravillosas que, desde su pequeña atalaya, han decidido defender el español o lo poco que va quedando de él. En este punto, considero necesario explicar que estoy hablando de nuestro idioma, del vehículo que tenemos para comunicarnos. Nada más. No entro en disputas patrióticas o ideológicas que nada tienen que ver con lo que aquí vengo a denunciar: la entrada indiscriminada de extranjerismos que están saturando y contaminando nuestro lenguaje.

Bien. Dicho queda. Continúo, pues.

Decía que hay ciertas cuentas en Twitter muy interesantes. No tanto por los esfuerzos que hacen por despojar el español de incorrecciones, que también, sino por el tono divertido que emplean al hacerlo. A estas alturas, y si alguno de vosotros ha echado un vistazo a mi web, sabrá que es en el terreno del humor, de lo liviano, donde mejor me muevo. Quizá por eso estos perfiles me resultan tan gratificantes.

@PatiOrtografico, azote de periodistas

Uno de ellos es @PatiOrtografico. Así, sin tilde, por motivos obvios que escapan a la buena ortografía. Este perfil es el azote de numerosos periodistas, que bien lo merecemos a menudo. Si hay un gremio que debe vigilar el buen uso del lenguaje, ese es el nuestro. Y, sin embargo, somos quienes más lo destrozamos.

Con doble demérito: utilizamos el español para trabajar, es nuestra principal herramienta; somos leídos por la práctica totalidad de la población. Esta cuenta incorporó un neologismo que hice mío desde la primera vez que lo leí y que condensa mi opinión sobre el abuso de extranjerismos: «cosmopaletismo». No hay mucho que explicar al respecto, creo yo.

@Cosmopaletation, entre la denuncia y la ironía

Hay una cuenta que rasca en las entrañas de esta moda por incorporar préstamos, casi siempre del inglés, en detrimento de las expresiones vernáculas. Dicha cuenta, por cierto, bebe directamente del neologismo recién citado y es @Cosmopaletation (pronúnciese, por favor, con ese «-eishon» final tan británico).

Al hilo del concepto, a quienes no asumimos con naturalidad ese batiburrillo de español e inglés nos llama «obsoleters». ¿No es sencillamente encantador? E irónico. Mucho.

Por terminar: no, incorporar extranjerismos sin ton ni son no te hace parecer más culto

Mi sensación es que en algún momento de toda esta locura llegamos a la conclusión de que el inglés es más sonoro que el español. O más molón. O hace que parezca que sabemos inglés (y no suele haber correspondencia entre una cosa y la otra).

No, queridos míos: mezclar inglés y español en un mismo texto no nos hace parecer bilingües. Nos hace parecer imbéciles. Dicho desde el cariño. Es la Nocilla con chorizo del lenguaje: que les guste a algunos no quiere decir que combinen (toma nota, Jamie Oliver).

¿Algún préstamo? De acuerdo. ¿Muchos préstamos? Error. Tomar prestado más de la cuenta hará que un día no tengamos moneda para pagar lo que debemos. Y nuestra moneda es el español. Si la dilapidamos sin criterio, un día lo vamos a lamentar.

2017-06-19T09:28:18+02:00 22/05/2017|Sin categoría|Sin comentarios

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